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Movimientos anormales: “El trabajo en equipo es lo que permite que las cosas funcionen bien y se lleguen a los mejores resultados”

Viernes 16 de Septiembre de 2022

Patricia Quevedo (MP N° 28903/0 - Esp. N° 14398) es neurocirujana, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, especializada en estimulación cerebral profunda (DBS) y responsable del departamento de Movimientos Anormales del Hospital San Roque, en la capital provincial. Allí las patologías prevalentes son movimientos anormales, temblor, Parkinson, distonía. Su trabajo se destaca y es reconocido en un área que, históricamente, tuvo mayor presencia masculina.  

 

En tu rol de neurocirujana, ¿qué tipo de patologías atendés en el hospital y cuáles son de mayor incidencia?  
Arranqué haciendo neurocirugía general. Hace unos cinco años operamos al primer paciente con Parkinson. Nos envió videos, muy agradecido. Nosotros también lo habíamos filmado. Estábamos muy felices con el resultado, me explotaba el corazón de la alegría. Compilamos los videos y se lo mandamos a la familia y ellos lo subieron a facebook, con unas palabras preciosas. Lo vieron miles de personas. Sin quererlo, se empezó a hablar de lo que hacíamos. Empezamos a desarrollar esto y lo que más me gusta son los movimientos anormales, temblor, Parkinson, distonía, lo más prevalente. La mayoría de las consultas son por estos temas.  


Al principio lo hice bastante sola, pero me di cuenta de la importancia del trabajo en equipo. Entonces fui sumando gente, el paciente nos enseñó eso: la importancia del trabajo en equipo. Trabajamos con una neuróloga, con gente de rehabilitación que hace fisioterapia, kinesiología, fonoaudiología, nutricionista, urólogo, enfermería. Cada una de las subespecialidades va abordando diferentes ámbitos. Al trabajar en equipo, se contagia el entusiasmo, es lo que hace que algo funcione bien.  

 

 En relación a este ejemplo del paciente con Parkinson, la técnica usada es DBS, ¿de qué se trata y para qué patologías aplica? 
La estimulación cerebral profunda o DBS es energía, electricidad aplicada a alta frecuencia, en un determinado punto del cerebro. Lo que va a hacer es que un circuito que está funcionando de manera anómala, regularice su situación. La sintomatología del paciente mejora mucho y esos circuitos pasan a funcionar de manera correcta. 


Hoy en día está aplicada para diversas patologías como movimientos anormales, ya sea Parkinson, temblor, distonías, para diferentes trastornos neuropsiquiáticos, de la alimentación. El campo es infinito, con los años va a ir creciendo cada vez más. En cada congreso nos encontramos con nuevos trabajos que nos proponen nuevas posibilidades de tratamiento.      

 

¿De qué modo el sector público acompaña al paciente en materia de diagnóstico y, sobre todo, controles?  
Me formé en el hospital público. Al hospital público o se lo quiere, o no se lo quiere nunca. Tiene sus ventajas y desventajas. Hay que tener una enorme flexibilidad; flexibilidad para ir hacia donde se necesita, donde hay un hueco que cubrir.   


Del otro lado hay un paciente que nos está mirando, que hizo un gran esfuerzo y un montón de kilómetros para venir, que quizás necesita una medicación y no la consigue o no puede comprarla. Que no sabe cómo hacer un trámite u obtener un turno.  A veces somos administrativos, camilleros, cirujanos, farmacéuticos, amigos de los pacientes.   

 

¿Qué aspectos son condicionantes para los pacientes al momento del acceso y tratamiento?  
Muchos de los pacientes tienen una condición social compleja, un bajo nivel de instrucción. Cuando uno les brinda lo mejor que puede, ellos sienten que reciben mucho, aunque lo cierto es que reciben lo que les corresponde.  


La gran mayoría llega por el boca a boca, porque un vecino le dijo o conocen a alguien. Llegan al Hospital San Roque, no a la doctora Quevedo; vienen a atenderse con el equipo del Hospital. Soy un elemento más dentro del equipo.   


Cada paciente operado tiene la capacidad de regalarnos cosas tan simples como mandarnos un audio o un video de agradecimiento. Tengo miles de recuerdos; por ejemplo, operé a un paciente que decía que tenía ganas de volver a jugar a las bochas o a las cartas con sus amigos. Por culpa del temblor había perdido las cosas más básicas. Me mandó un video donde estaba jugando a los naipes con los amigos.  


Tuvimos otros que no podían hacer cosas como la huerta o pintar una pared. Otro nos contó que, por no controlar el pulso, no podía firmar y no podía ir al banco a cobrar. Tengo el celular lleno de esos agradecimientos, es lo que más satisfacción me da, es muy emocionante; pacientes que no querían salir de la casa porque sentían vergüenza por los temblores. Después de atenderlo aquí, al tiempo nos mandan fotos desde el teatro.  


¿Por qué es neurocirujana y cómo es serlo en una especialidad donde históricamente predominó la presencia masculina? 
En épocas de estudiante, me parecía maravilloso cuando había un traumatismo de cráneo y venía el neurocirujano, miraba las placas y decía “no tiene nada”. Con solo ver la placa, eso me parecía inalcanzable. Hay una parte de la neurocirugía, la neurocirugía funcional, que tiene mucho contacto médico-paciente, siempre me gustó. 


Cuando hice la residencia en Córdoba había muy pocas mujeres; de 80 estudiantes, éramos dos o tres mujeres. Hoy ha cambiado bastante, pero en aquel momento hacer neurocirugía siendo mujer no era lo más común. Sabía que iba a ser más fácil si elegía una especialidad convencional. No me importó, siempre pensé que por el hecho de estudiar y ser perseverante podía lograr lo mismo que cualquier persona, independientemente del género. Me presenté al examen y salí primera. Después rendí para la residencia y elegí la parte pública. En la pública no había entrevista. Pensaba que, si había una entrevista y estaba frente a un hombre, probablemente el varón me iba a ganar.  


Luego fui a Brasil a completar mi formación. En San Pablo me dediqué a movimientos anormales y dolor.  
 

Trabajar en el sector público, para una mujer, genera una enorme contención: hay residentes que colaboran siempre, uno tiene la posibilidad de trabajar en equipo, no solo con los colegas neurocirujanos. Disfruto mucho mi trabajo. Los únicos parates que hice fueron cuando nacieron mis hijos Julián (6 años), y Paulita (1 año). 


¿Cómo fue la experiencia de formación en otro país? 
Si bien inicié mi formación en la residencia, tenía como objetivo ir a formarme a algún lado. Era bastante difícil acceder a lo que yo quería: salir del país, ir a otro lugar. Las cuestiones económicas eran muy muy difíciles también, sin beca, ya que los lugares donde quería ir no estaban becados. Finalmente, a través de Armando Alaminos -un físico cubano que está radicado en Brasil- logré llegar a Manuel Texeira, una eminencia a nivel mundial. Y junto con él, al doctor Erich Fonoff.  Además, Alaminos es el creador de uno de los sistemas de planificación por estereotaxia para neurocirugía funcional. Me contacté con ellos y logré viajar a Brasil a especializarme en el Hospital de Clínicas de San Pablo. Es tan inmenso el hospital, que es imposible hacer una rotación en toda la neurocirugía funcional. Había que elegir dónde ir. Como siempre me gustó el tema movimientos anormales y dolor, mi especialización fue hasta allí, y la hice junto con el doctor Erich Fonoff. 

 

¿Cómo aplicar esos conocimientos y técnica en tu hospital? 
Al volver me encontré otra vez en un hospital donde era todo tan a pulmón. El primer sentimiento experimentado por todos los que viajamos al exterior, es la frustración. Porque vemos esas tecnologías, lo que hacen, el desarrollo de la medicina, tan lejana a nuestra realidad. Costó bastante tiempo, pero finalmente llegó el primer paciente y luego el segundo, el tercero. El boca a boca fue haciendo que cada vez tuviéramos más pacientes. 

Nuestro primer paciente llegó hace más de cinco años. Hoy lo que más tratamos de movimientos anormales, es la patología de Parkinson. Si bien el temblor esencial es el movimiento anormal más común que existe, no es el más prevalente a la hora de recibir tratamiento de estimulación cerebral profunda. 

En el hospital trabajamos mucho con movimientos anormales, más que con dolor, y logramos formar un equipo interdisciplinario. Como neurocirujana sola, veo prácticamente imposible hacer nada de la neurocirugía funcional si uno no va acompañado por el resto.